Las investigaciones indican que la desregulación emocional es el resultado de unentorno invalidante. ¿Puede desarrollar este concepto?

/ DBT-C, Español, Supersensitivo / Por Francheska Perepletchikova / Traducción: Fréderic Larbanois 

La invalidación no es algo intrínsecamente malo, simplemente significa que algo no tiene sentido. Por el contrario, la validación significa que algo sí lo tiene. Así, cada vez que enseñamos una habilidad o realizamos una reestructuración cognitiva, estamos invalidando. Es decir, estamos evidenciando que los medios que se estaban usando hasta ese momento, no se ajustaban a un objetivo deseado. Por ejemplo, “si quieres vivir una vida feliz, suicidarte no te va a ayudar”. En cambio, estaremos validando cada vez que aceptamos que hay causas para una respuesta dada. Por ejemplo, “entiendo que quieres cortarte, ya que esto te ayuda a disminuir el sufrimiento de forma inmediata”.

Se describe a un entorno como invalidante cuando todas las respuestas del niño (pensamientos, emociones y comportamientos) son etiquetadas de forma generalizada e indiscriminada como carentes de sentido o inválidas. Por ejemplo, cuando un niño llora después de pegarle a un amigo que le ha roto su juguete favorito, la madre le dice que nunca debería pegar a sus amigos y que no hay motivo par llorar. La primera afirmación de la madre invalida lo inválido, es decir, la agresión física no es una forma eficaz de resolver los problemas; mientras que la segunda, invalida lo válido, es decir, invalida la tristeza como una respuesta válida ante una pérdida.

La mayoría de los padres de niños supersensitivos son capaces, cariñosos y bienintencionados. Esto es especialmente evidente en las familias con varios hijos, en las que un chico supersensitivo “se sube por las paredes”, por así decirlo, mientras que a sus hermanos les va muy bien. El problema es que una “buena crianza” puede no ser suficiente para satisfacer las necesidades de estos niños.

La supersensitividad es lo contrario de la resiliencia, que es la capacidad de recuperarse rápidamente de las dificultades. Los niños resilientes son como patos en el agua, todo rueda bajo sus plumas. En cambio, los supersensitivos son más como rocas que se ahogan inmediatamente. La resiliencia también puede describirse como una inmunidad psíquica. Dentro de este símil, los supersensitivos nacen con una inmunidad psíquica débil o inexistente y necesitan aprender a adquirirla.

Entonces, la desregulación emocional surge de la transacción entre un niño que nace sin inmunidad psíquica y unos padres que no están bien preparados para ayudar a su hijo en el proceso de adquirirla. Cuando el entorno no es capaz de satisfacer adecuadamente las necesidades, desestabiliza aún más al niño. Un niño más desestabilizado sigue forzando la capacidad del entorno para que responda adecuadamente a sus necesidades, lo que conduce a una mayor desestabilización del niño, y así sucesivamente.

Así pues, un entorno invalidante no suele ser un punto de partida, sino el resultado de la transacción entre las necesidades del niño y la incapacidad de los padres para satisfacerlas. A su vez, la transacción entre un niño emocionalmente sensible y un entorno invalidante, con el tiempo puede conducir al desarrollo de una psicopatología. De hecho, la investigación muestra que estos niños tienen un mayor riesgo de desarrollar problemas de consumo de alcohol y sustancias, suicidio y autolesiones no suicidas, depresión, ansiedad y trastornos de la personalidad en la adolescencia y la edad adulta. Los principales objetivos de la DBT-C son enseñar a estos niños habilidades adaptativas de afrontamiento y resolución eficaz de problemas y enseñar a sus padres a crear un entorno validante y preparado para el cambio.

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