Por qué toda la gente que te rodea parece loca

DBT-C, Español, Supersensitivo / Por Francheska Perepletchikova / Traducción: Fréderic Larbanois

Todos a tu alrededor parecen locos porque TODOS están locos, ¡incluidos tú y yo! Es sólo que algunas personas están locas y son funcionales, mientras que otras están locas y no son funcionales, y la mayoría de nosotros nos encontramos en algún punto intermedio. ¿Cuál es la definición de locura? Tratar cosas que no son reales como si lo fueran. Un ejemplo clínico de esto es una persona que experimenta una alucinación auditiva y está convencida de que realmente está hablando con otra persona. Un ejemplo no clínico de esto es pensar que “no valgo nada porque mi pareja rompió conmigo y nunca volveré a ser feliz”.

Entonces, por qué todos los humanos están locos. Las personas son diferentes de otras especies que habitan este planeta en múltiples niveles, pero para los propósitos de esta discusión sólo destacaré una de las diferencias. Los animales viven en el mundo real. Sólo pueden pensar y recordar cosas que han visto, olido, oído y probado. Los humanos poseen un poder asombroso que los animales no tienen: el poder de la creación. Las personas tienen imaginación. Pueden imaginar lo que no es real y hacerlo realidad. La mayoría de los animales sólo pueden construir cosas para las que han sido programados, como nidos y colmenas. Sí, hay algunas raras excepciones, como un elefante que puede dibujar, si se le da un lienzo y pintura, creados por humanos. Pero son excepciones muy raras, y su impacto es ínfimo. Los humanos pueden ir mucho más allá. Han creado cosas como iPhones, televisores, Internet, inteligencia artificial, coches, aviones, naves espaciales, etc. La naturaleza no creó nada de eso. Alguien imaginó estas cosas y las hizo realidad. ¡Qué poder tan asombroso! 

Sin embargo, como hemos dicho en videos anteriores, todo tiene dos caras, que es la segunda Ley de la Dialéctica. La imaginación tiene otra cara: las personas también pueden crear monstruos en sus cabezas y tratarlos como si fueran reales, lo cual es una definición de locura. Como un niño pequeño que tiene miedo de un monstruo debajo de su cama. El monstruo no es real, pero el miedo sí. Nuestro sufrimiento proviene de monstruos imaginarios. Y este sufrimiento es real, aunque los monstruos sean imaginarios. 

Actualmente, la mayoría de las personas que viven en sociedades civilizadas viven mejor que los reyes y reinas de la Edad Media. Estaban plagados de enfermedades que ahora podemos tratar fácilmente; no tenían una higiene adecuada; estaban infestados de pulgas; ¡y ni siquiera tenían retretes y una cama caliente para dormir! Si me estás escuchando ahora mismo, ¡eso significa que tienes lujos inimaginables para la antigua realeza!

Desgraciadamente, no todas las personas de este planeta tienen una vida cómoda. Pero, incluso aquellos que viven en entornos seguros, tienen una vivienda decente, buena comida, excelente atención médica, capacidad para viajar y ver las maravillas del mundo y acceso a un entretenimiento más allá de la imaginación más salvaje, incluso de aquellos que vivieron hace sólo unas décadas, están sufriendo ahora mismo.    

Antes de continuar, definamos el sufrimiento. Como ya hemos dicho, el dolor es una parte natural de la vida. Consiste en todos los desafíos a los que nos enfrentamos a diario. Experimentamos estos desafíos como dolorosos porque traen incertidumbre, y nuestro sentido de seguridad exige uniformidad y previsibilidad. Pero la otra cara del dolor es una oportunidad para aprender, ya que sólo afrontando los desafíos podemos adquirir maestría. Tener que trabajar duro, enfrentarse a comportamientos problemáticos de nuestros hijos, luchar contra problemas de salud, dificultades económicas, etc., son ejemplos del dolor de la vida. El sufrimiento, en cambio, es autoinfligido. Lo causan los monstruos que creamos en nuestra mente y los tratamos como si fueran reales. 

¿Cómo creamos monstruos? La información entra a nuestro cerebro a través de nuestros sentidos, y éste le da sentido comparándola con lo que ya conocemos. Como cada persona tiene una experiencia distinta, interpreta las cosas de forma diferente, ligeramente diferente o muy diferente. Claro está que podemos tener significados compartidos. Si te enseño un iPhone, tendremos un significado compartido de lo que es. Sin embargo, si se lo enseño a un aborigen, que procede de un entorno, unas experiencias vitales y una cultura muy diferentes, puede tener una visión muy distinta de lo que esto puede ser. Lo mismo ocurre si me enseña sus herramientas, yo no tendré ni idea de lo que son ni de cómo utilizarlas. 

Así pues, todo lo que entra en nuestro espacio mental pasa por un proceso de interpretación. Lo vemos todo a través de nuestras propias lentes idiosincrásicas. Desde el punto de vista subjetivo, los acontecimientos son neutros, ya que un mismo acontecimiento puede ser interpretado de forma diferente por distintas personas. Si digo “¡Qué estúpido eres!” a cinco personas, obtendré cinco reacciones diferentes: una persona puede darme un puñetazo, la segunda puede responderme “estúpido”, la tercera puede reírse de mí, la cuarta puede encogerse de hombros y la quinta puede simplemente marcharse. Es muy importante entender esto: los acontecimientos no nos provocan. Los acontecimientos son subjetivamente neutros porque están sujetos a interpretación. Incluso los acontecimientos objetivamente más terribles siguen siendo subjetivamente neutros. Por ejemplo, la guerra. Las guerras son acontecimientos objetivamente terribles que traen muerte y devastación. La mayoría de la gente se opone a las guerras y las considera sucesos horribles que hay que evitar. Sin embargo, otros pueden beneficiarse de la guerra y reciben con agrado las noticias sobre conflictos. 

Reiterando la premisa principal: todos los acontecimientos son subjetivamente neutros, hacemos una interpretación de un acontecimiento y luego actuamos en base a esa interpretación. De hecho, esto demuestra que tenemos el control de la forma en que experimentamos la realidad. En cambio, por desgracia, hacemos a otras personas responsables de nuestros sentimientos, pensamientos y acciones. Pero esto no es más que otro ejemplo de por qué estamos todos locos. Los demás no son responsables de nuestras reacciones. Somos nosotros los que tenemos el control. Pero seguimos cediendo el control a los demás en lugar de asumir la responsabilidad. De hecho, es mucho más difícil asumir la responsabilidad de nuestras reacciones y es mucho más fácil culpar a los demás. Sin embargo, una vez que nos señalamos a nosotros mismos y asumimos el control de lo único que podemos: nosotros mismos, ¡podemos cambiar nuestro mundo! ¿Cómo? Simplemente cambiando nuestra forma de pensar. Nuestros sentimientos y acciones son producto de nuestros pensamientos. Coloquialmente se dice “acabo de cambiar de opinión”, lo que significa que he cambiado lo que siento sobre una situación y mi comportamiento correspondiente.  Este simple hecho es la base de la terapia cognitivo-conductual. 

Como todo en nuestra experiencia es subjetivo, nuestra comprensión de lo que ocurre siempre contiene dos aspectos: real y no real. Lo real son los hechos y lo no real es lo subjetivo: las interpretaciones que hacemos al procesar la información a través de nuestra propia lente. Estas interpretaciones pueden acercarse a los hechos o no tener nada que ver con ellos.

Ejemplo: una niña llora porque su amiga ha hecho más deberes de matemáticas que ella. Lo que es real es que su amiga completó más páginas que ella. Esto es un hecho. Lo que no es real: los significados que la niña extrae de este hecho, como “mi amiga completó más páginas y, por lo tanto, es más inteligente que yo, soy una mala estudiante, no aprobaré el examen de matemáticas, soy estúpida, no me graduaré en el instituto con buenas notas, no entraré en una buena universidad”. La niña estaba muy disgustada, no por el número de páginas que había completado, sino por todas las interpretaciones que había hecho. Creó monstruos en su cabeza que no eran reales, pero su sufrimiento sí lo era. Este sencillo ejercicio de comprobar “real/no real” ayudó a la niña a desatascarse, autorregularse y liberarse. Al final de este sencillo ejercicio de “real/no real”, se reía de lo mucho que permitía que sus monstruos afectaran a su estado de ánimo, a su capacidad de concentración y a su capacidad para seguir trabajando en sus deberes de matemáticas y prepararse para el examen. Y eso es exactamente lo que hacen: ¡Nos mantienen atrapados, para que sigamos sufriendo y los sigamos alimentando! Estos monstruos imaginarios sólo pueden sobrevivir si seguimos alimentándolos a base de seguir sufriendo. En otras palabras, seguimos codificando y recodificando el mismo programa malicioso, haciéndolo cada vez más fuerte.

No todos los monstruos son tan fáciles de vencer, como en el ejemplo de los deberes de matemáticas. Como hemos dicho, estos monstruos son programas maliciosos en nuestras cabezas que seguimos alimentando al interpretar la realidad basándonos en estos programas. Así, seguimos recodificando estos programas maliciosos varias veces al día durante muchos años. Además, como son ilusiones, discutir con ellos presentándoles hechos no funcionará. Es como intentar explicar a una persona que tiene alucinaciones visuales que no son reales. Estos programas son ilusiones y a las ilusiones no les importan los hechos. Así que la simple comprobación de los hechos no los borrará. 

El ejemplo mas convincente que tengo de como funciona esto viene de una de mis clientes actuales. Es muy guapa según los estándares de la sociedad occidental. Sin embargo, tiene un programa malicioso que dice que es fea. Este programa fue escrito por su madre, que reconoció desde una edad temprana que su hija era muy atractiva y se preocupó de que pudiera utilizar su apariencia en su beneficio en lugar de trabajar duro. Así que, con las mejores intenciones, para asegurarse de que su hija se convirtiera en una persona trabajadora, la madre siguió diciéndole a su hija que era fea. Mi cliente tiene ahora 21 años. No es ciega y es inteligente. Todos los días, cuando se mira al espejo, tiene delante de sus narices la prueba de que es bonita. Pero estas pruebas son irrelevantes para su programa “soy fea”. Así que, cuando otras personas le dicen que es preciosa, ese programa hace que interprete los cumplidos como “la gente se está burlando de mí”.

Otros ejemplos comunes de monstruos imaginarios:

1. Los pensamientos sobre nuestra bondad/maldad personal, como “no valgo nada” son una locura. La autoestima es un concepto inventado. No nacemos con un precio. No podemos ser dignos o inútiles. Como ya hemos dicho, simplemente somos, ni buenos ni malos. Cuando nace un bebé, no es ni bueno ni malo. Este bebé es una entidad llamada ser humano. Somos entidades, como el Sol, la Tierra, la Luna, los árboles, los ríos, una ardilla. Lo que hacemos puede ser eficaz o no, pero no tiene nada que ver con nosotros personalmente. 

2. Los pensamientos que establecen una conexión entre nuestra relación con el mundo exterior/otras personas y nuestra relación con nosotros mismos son una locura. Podemos tener éxito o fracasar; podemos gustar o disgustar a otras personas y eso no tiene ninguna conexión con lo que somos personalmente. Alguien puede pensar que soy inteligente y otra persona puede pensar que soy idiota. ¿Cuál de los dos soy? Ninguno de los dos. Se trata de su PROPIA opinión, que se basa en su propio mundo interior. De hecho, nos vemos a nosotros mismos en los demás y no podemos ver a las demás personas como son en realidad. Los otros no son más que nuestro espejo de lo que conocemos de nosotros mismos. Si soy autocrítico, veré que los demás son críticos, criticaré a los demás y tenderé a interpretar todo lo que me digan como una crítica. Es muy fácil ver cómo una persona se relaciona consigo misma, sólo hay que ver cómo esa persona se relaciona con los demás. Es una imagen especular. En lugar de nadar en toda esta locura, de permitir que otras personas determinen nuestra relación con nosotros mismos, tenemos que aprender a mantener una postura: “Simplemente soy Y puedo estar contento/desilusionado, puedo tener éxito/fracasar, gustar/disgustar a los demás, los demás piensan que soy listo/estúpido, etc.”. Desafortunadamente, el campo de información en el que existimos nos programa para ser unilaterales al fusionar lo que somos con lo que hacemos y lo que los demás piensan de nosotros. Es fácil para nosotros ver la locura en la afirmación “me he peleado con mi amiga, la odio y ahora iré a casa y odiaré a mi madre”, ya que obviamente estas relaciones no están conectadas. Sin embargo, no es tan obvio para nosotros que la afirmación “Me he peleado con mi amiga, la odio y ahora me odio a mí misma” sea igual de insana. Nuestra relación con nosotros mismos es paralela a nuestra relación con otras personas. El hecho de que basemos nuestra relación con uno mismo en la relación con el mundo exterior ¡es sólo otro ejemplo de nuestra locura!

3. Cualquier intento de alcanzar la paz interior y el amor propio satisfaciendo condiciones de “suficiencia” es una locura, como “para amarme a mí mismo y sentirme en paz, necesito ser lo suficientemente alto, lo suficientemente delgado, lo suficientemente inteligente, lo suficientemente exitoso, y otras personas tienen que amarme primero, etc.”.  Esto es como decir “necesito ser inteligente para que mi corazón siga latiendo”. El amor y el amor propio son incondicionales. No podemos satisfacer condiciones para conseguir algo que es incondicional. Todos tenemos amor propio; es un instinto de autoconservación. Sólo tenemos que aprender a conectar con el amor propio a voluntad, en cualquier momento que queramos. Esta es una de las habilidades que enseño a mis clientes. Y soy suicidóloga, lo que significa que trabajo con personas que se odian tanto a sí mismas que su instinto de autoconservación se ha desmoronado y quieren suicidarse. En mis 25 años de experiencia clínica, no tuve ni un solo cliente que no lograra conectar con el amor propio. En efecto, el proceso de conexión con el amor propio es extremadamente sencillo. En realidad, todas las fórmulas que enseño son sencillas pero no fáciles, lo cual es otro ejemplo de dialéctica.  

4. Prácticamente cualquier “hecho” sobre el futuro, como “nunca tendré éxito”, “siempre me sentiré así”, “si hubiera leído más a mis hijos cuando eran pequeños, ahora habrían sido mejores estudiantes”, etc., es una locura. Sólo hay dos hechos sobre el futuro: todos vamos a morir y lo que sea que estemos planeando ahora mismo no ocurrirá como imaginamos, de la manera/secuencia/lugar/tiempo que planeamos. Todos nuestros “hechos” sobre el futuro, que nos parecen tan definitivos, no son más que ilusiones alimentadas por las emociones. 

5. Cualquier expectativa de “justicia” es completamente infundada. La justicia no es más que otro concepto inventado. Nuestra existencia se basa en el principio de la dialéctica, según el cual las cosas no son iguales, sino complementarias, como el día y la noche, la vida y la muerte, el hombre y la mujer, el ying y el yang, el bien y el mal, etc. Lo justo es lo igual. Es muy fácil ver que la expectativa de igualdad es sólo una ilusión. Si este mundo se basara en que las cosas son iguales o equivalentes, todos seríamos muy parecidos, con la misma altura, peso, capacidades intelectuales, talentos, etc. Evidentemente, no es así. Inventamos el concepto de equidad porque nuestro sentido de la seguridad quiere previsibilidad, como “Si hago algo malo, me pasarán cosas malas y si hago algo bueno, me pasarán cosas buenas”. Queremos esa previsibilidad, pero no existe. Todos podemos afirmar que la vida es impredecible y muy injusta. Es un hecho empírico. Pero seguimos ignorando este hecho porque una expectativa de justicia es sólo otro producto de nuestra imaginación que tratamos como real, y recordemos que los hechos son irrelevantes para las ilusiones. Por eso nos enojamos cuando ocurren cosas injustas y exigimos justicia a los demás. Es otro ejemplo de locura. Podemos decidir nosotros mismos tratar con justicia a otras personas, pero no podemos esperar esto a cambio, y no podemos esperar esto de la vida.

Ahora bien, ¿qué hacer con los programas maliciosos que se han codificado y recodificado en nuestras cabezas millones de veces a lo largo de la vida? El mecanismo es el mismo: simple ejercicio de “real/no real”. Sencillo pero no fácil. No es fácil porque no querremos hacerlo. Y esto es así porque es inconsistente con nuestro estado de ánimo. Nuestras emociones, correspondientes a estos programas de malware, nos instarán a hacer lo que estos programas quieren, alimentándolos, recodificándolos, haciéndolos más fuertes. Entonces qué hacer – reconocer que se trata de un programa malicioso y seguir diciéndole “Hola” una y otra y otra vez (el momento de mindfulness). No discutas con tus programas maliciosos. Simplemente sé consciente de ellos, reconócelos y nómbralos como tales: un monstruo imaginario. Esto te dará libertad de elección. Cambiar nuestra forma de pensar, sentir y actuar es el único control que tenemos en la vida. Enfréntate al dolor y toma el control sobre el sufrimiento. Nadie podrá hacerlo por nosotros. Es nuestra propia responsabilidad y un poder inmenso, ya que cuando cambiamos nuestra forma de pensar, cambiamos lo que sentimos y cómo actuamos. Cambiamos nuestro mundo. Como todo lo demás, esta fórmula es sencilla pero no fácil. No curará nuestra locura humana. Ni tampoco necesita ser curada. Como hemos dicho, nos da el poder de crear. Sólo tenemos que reconocer que estamos locos y aprender a utilizar nuestro poder de imaginación de forma constructiva, en lugar de destructiva.

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