/ Español, DBT-C, Supersensitivos / Por Francheska Perepletchikova / Traducción: Fréderic Larbanois
Un objetivo básico de la terapia es adquirir la capacidad de manipularnos mejor a nosotros mismos y a otras personas. Esto significa aprender a influir directamente en nosotros mismos, lo que influirá indirectamente en otras personas. La manipulación es lo contrario de la fuerza y nos permite establecer y mantener relaciones sanas con nosotros mismos y con los demás. Una de las principales herramientas de la manipulación es la validación, que consiste simplemente en hacer saber a la otra persona que usted comprende su punto de vista, sin criticarla ni juzgarla. La validación es la base del cambio.
Todos funcionamos con guiones. Nuestra sensación de seguridad se basa en nuestra capacidad para establecer el control en el momento y mantenerlo en el futuro. Y nuestra capacidad para mantener la seguridad en el futuro se basa en nuestra capacidad para predecir y prepararnos correctamente. Por eso escribimos guiones en nuestra mente sobre los próximos pasos. No se trata de un proceso plenamente consciente, lo hacemos automáticamente sin darnos cuenta. Por ejemplo, cuando vamos a una tienda, escribimos en nuestra mente un guión con una secuencia de acontecimientos: “Entraré en un coche, conduciré hasta una tienda, aparcaré, compraré estos comestibles y volveré a casa”. Y tratamos de ceñirnos a nuestros guiones, ya que esto nos da una sensación de control – “Sé lo que está ocurriendo y lo que ocurrirá dentro de un minuto y estoy en lo cierto con mis predicciones”. Tener razón es muy importante para nuestra sensación de seguridad, solemos enfadarnos cuando se demuestra que estamos equivocados o algo interfiere en nuestros planes.
Cuando las personas quieren conseguir algo de los demás, también tienen guiones preparados: “Yo diré esto, ella responderá aquello, y así es como haré el seguimiento”. Y, por supuesto, queremos que la conversación siga nuestro propio guión. Con frecuencia, lo que obtenemos de esta tendencia no es un resultado deseado, sino una discusión. Los principales productos de una discusión son la ira y que cada persona insista en su propia perspectiva, intentando demostrar que “yo tengo razón y usted está equivocado”. Este es un ejemplo de uso de la fuerza y esta táctica es realmente una locura, ya que cuando queremos aumentar nuestras posibilidades de conseguir lo que queremos de otra persona, lo último que necesitamos es enfadarla y ponerla a la defensiva.
¿Qué debemos hacer en su lugar? En lugar de la fuerza, necesitamos utilizar la manipulación. Una de las principales herramientas de la manipulación es la validación. La validación es la comunicación de un entendimiento de que la perspectiva de la otra persona tiene sentido para nosotros, dadas sus causas, aunque no estemos de acuerdo con ella. La validación es aceptación y no aprobación. Y puesto que nuestro mundo está construido sobre una dialéctica en la que todo tiene dos lados, que no son iguales sino complementarios (por ejemplo, día/noche, bueno/malo, vida/muerte), todo tiene validez. Todo es válido e inválido al mismo tiempo. La paradoja es la única norma de nuestra existencia.
Ejemplo: un niño se ha peleado con su hermano. Corre a ver a su madre para quejarse o explicarle lo sucedido. Tiene un guión en su mente, en el que su madre probablemente le dirá lo de siempre: “pelearse es malo, nunca deberías gritarle a tu hermano” y él tiene preparadas respuestas defendiendo sus acciones “¡pero él empezó primero y rompió mi camión de bomberos nuevo!”. Por supuesto, es cierto que gritar no es la forma de resolver los problemas. Sin embargo, afirmarlo no es la mejor táctica para ayudar al niño a reconsiderar su comportamiento. Si su madre sigue este guión, sólo tendrá otra rabieta entre manos. No podemos ganar un juego, jugando con las reglas de otra persona. Tenemos que hacerles jugar a nuestro propio juego con nuestras reglas. Pero nunca por la fuerza. En esta situación, lo que cambia el juego es la validación. En lugar de satisfacer las expectativas del niño de ser reprendido o castigado, la madre está diciendo “¡Vaya! ¡Esto es terrible! Yo también me enfadaría mucho si alguien rompiera mi juguete favorito”.
Lo que acaba de ocurrir: la madre simplemente dijo exactamente lo que el niño quería comunicar en lugar de su hijo. Ella le comunicó que sus sentimientos tienen validez, dado lo sucedido. Ella no dijo “gran trabajo gritándole a tu hermano”. Ella comunicó aceptación, no aprobación. ¿Cuáles son los productos de la validación? 1) la madre quitó al niño la necesidad de defenderse, discutir o insistir; 2) al comunicar que comprende, acepta y no juzga, redujo la excitación emocional del niño; 3) se desvió del guión del niño, lo que introdujo un momento de confusión para el niño – “¿y ahora qué digo? ‘, lo que abrió una oportunidad para que su madre introdujera su juego con sus reglas; 4) ahora tiene la oportunidad de procesar con su hijo lo ocurrido y escribir un nuevo programa sobre qué hacer en su lugar en el futuro; 5) ahora también puede trabajar en el desarrollo de la capacidad del niño para seguir el nuevo plan en el futuro practicando la nueva respuesta en el momento y reforzándola con elogios, recompensas o puntos.
¡Esto es lo que llamamos manipulación!